martes, 7 de marzo de 2017

Phillips Butters: su "opinión" importó y mucho

Esta mañana, los asiduos oyentes y/o televidentes de Capital se dieron con la sorpresa de no encontrarse con el conductor con el que habían despertado e iniciado el día desde hace casi 10 años: Phillip Butters.

Pero cabe precisar que la salida de Butters de Capital no se debe en sí a las opiniones que solía verter en su espacio diario o al discurso que dio durante su participación en la marcha Con Mis Hijos No Te Metas, realizada en Lima en ultimo sábado 04 de marzo.

Si las cosas quedaban en lo ocurrido ese día, lo de Butters hubiese pasado a ser una de las anécdotas de la marcha, o una raya más de ese tigre que en diversas ocasiones usó el micrófono de Capital y las ondas que pertenecen al Estado peruano, no para plantear una opinión, sino para proferir frases que fueron consideradas como agresiones verbales por y para diferentes personas o sectores de la población. Incluso ya la emisora había sido sancionada con una multa de cinco unidades impositivas tributarias a causa de la lengua de Butters. Pero no, la salida no se debe a las demandas de posibles agraviados, ni a quejas de colectivos diversos contra él.

Ayer, lunes 06 de marzo, luego de que las declaraciones de Butters en la marcha (tanto las públicas como las concedidas a algunos medios) se tornasen virales y se considerasen por muchos como violentas, homofóbicas y/o misóginas, diversas personas decidieron asumir sus papeles de consumidores y encarar a las marcas o empresas cuyas pautas publicitarias se emitían durante el programa del conductor.

Así, ante la presión en sus redes sociales, dichas marcas habrían pedido al Grupo RPP (dueño de Capital) no considerar dicho programa para las emisiones de sus spots. La movida económica de estas demandas debió haber sido intensa.

De hecho, el espacio de Phillip Butters era uno de los más rentables de la radio. Su horario era el preferido por el público objetivo de la radio, que quería empezar la mañana informado con el estilo achorado de Butters, y por tanto por las marcas que querían llegar a esta audiencia. Y era tan preferido por ambos lados, que acababan de extender su programa por una hora más, para cubrir el espacio que Aldo Mariátegui dejó para asumir la conducción de Ampliación de Noticias en RPP. El popular "sabelón" iba a tener micrófono abierto durante cinco horas.

Este es un claro ejemplo de que, antes de un impulsor de la libertad de expresión, un medio de comunicación es una empresa. Y como tal vive para lograr ingresos y ser rentable, para generar utilidades y dividendos para sus inversionistas. Si no tiene aceptación, no tiene anunciantes. Y si los anunciantes le quitan respaldo (también buscando preservar sus espacios de negocio, claro está), se queda sin ingresos que sustenten su operación.

Por menos de lo que ha ocurrido con Butters, conductores o periodistas perdieron sus empleos. Como el chileno Christian Pino, que fue despedido de TVN por afirmar que el pisco es peruano; o A.J. Clemente, quien fue echado en su primer día de trabajo por proferir un improperio al aire en el informativo North Dakota News de NBC.

Por tanto, obliga finalizar con una reflexión: es necesario que los medios permitan que sus propios códigos o normas de autorregulación se apliquen y funcionen, antes de que la presión popular -y más aún la comercial- ponga en evidencia su falta de carácter, coherencia o determinación. Los consumidores de hoy tienen más poder que antes. Y los anunciantes también, aunque a veces no parezca o no quieran darse cuenta.

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