Hace unos años atrás, exactamente en 2009, llegó a Lima una exposición denominada "El Cuerpo Humano: Real y Fascinante". La muestra, de propiedad de Premier Exhibitions, fue montada en Lima por la empresaria Susan Hoefken.
La llegada de la exhibición a la ciudad tuvo una cobertura importante en medios. Pero, para poder generar una mayor atención y buscar que la muestra se convirtiese en una noticia de mayor impacto, y que ello repercutisese en la venta de entradas -el principal objetivo, por cierto-, a Susan Hoefken no se le ocurrió mejor idea que denunciar el robo de una de las piezas de la exhibición: un pulmón.
La empresaria logró su objetivo inicial: la noticia corrió como reguero de pólvora. Los flashes y las cámaras estuvieron puestas en las vitrinas de la exposición hurgando y especulando posibles maneras en las que el pulmón habría sido sustraído sin que nadie se diese cuenta. Días después, el pulmón supuestamente hurtado fue encontrado envuelto en una bolsa negra, tirado en una playa de estacionamiento.
Las investigaciones policiales prosiguieron, pero apuntaron hacia quien menos se esperaba. La misma organizadora del evento, Susan Hoefken, fue acusada de haber montado el robo. Al principio ella lo negó, pero luego no le quedó más que asumir que había mentido para causar interés en posible visitantes e incrementar así el flujo de sus ingresos. En 2013, Susan Hoefken fue hallada culpable y condenada por diferentes delitos vinculados a la obstrucción en la administración de justicia. Con ello, empezó y acabó una posible carrera en la organización de eventos culturales.
Este ha sido uno de los últimos casos en Perú en el que una mentira fue utilizada como base de una estrategia de comunicación a nivel corporativo (por decirlo así). Lógicamente, los medios que creyeron en ella y se vieron sorprendidos no demoraron en demostrar desde malestar hasta indignación.
Y es que los medios se esfuerzan por conseguir información que sea, por sobre todo, veraz. Para los medios, la credibilidad es un valor que, como la confianza, tarda años en consolidarse pero puede destruirse en segundos siempre que no se deslinde la responsabilidad respectiva. Esto fue lo que hicieron en su momento Beto Ortiz y Aldo Miyashiro en su programa de entonces, Enemigos Íntimos, que fue uno de los que le dio una importante cobertura a la mentirosa denuncia de Hoefken:
La suegra
Más recientemente, en el ámbito político, hemos tenido en el Perú dos casos notables de estrategias de comunicación que buscaron basarse en una mentira (si no en más) para poder escabullirse de las responsabilidades que sus acciones implicaban.
El primero de ello es el caso del departamento y la oficina adquiridas en teoría por Eva Fernenbug, suegra del ex presidente Alejandro Toledo. La compra podría no tener nada de raro, pero lo singular es que ambos inmuebles tendrían un valor aproximado al medio millón de dólares. Entonces, frente a acusaciones de un posible lavado de activos, Toledo esgrimió una serie de justificaciones, que fueron desde una indemnización por el holocausto que habría recibido su suegra hasta que uno de sus amigos multimillonarios le regaló dinero a doña Eva para adquirir los predios.
Sin embargo, las investigaciones han podido inferir que estas explicaciones no serían más que mentiras (a las que Toledo, valgan verdades, acostumbra recurrir), y se sigue investigando un posible enriquecimiento ilícito y lavado de activos. En esta nota de El Comercio se puede leer un buen resumen al respecto de la situación actual del caso. Este caso, sumado al de la paternidad de Zaraí Toledo (que el ex presidente negó en todos los idiomas hasta que, por presión legal, no tuvo más que reconocerla), han causado tal impacto que la candidatura de Toledo que no logra pasar del 5% de preferencia según recientes encuestas.
Las agendas
Al caso de Toledo se suma el de las agendas de la primera dama del Perú, Nadine Heredia, que podrían evidenciar, al menos, el uso inadecuado de fondos que deberían haber sido invertidos en la campaña presidencial del Partido Nacionalista, además de otras anotaciones vinculadas a la gestión del gobierno y decisiones que podría haber tomado la primera dama sin tener las facultades para hacerlo.
Cuando el programa Panorama y el diario Perú21 dieron a conocer este caso, Nadine Heredia no demoró en calificar como "mentira" esta denuncia. Y a lo largo de todo este tiempo, siempre recalcó desconocerlas. O no reconocer las anotaciones como provenientes de su puño. O incluso atribuyendo a una confusión ortográfica o semántica la conclusión extraída por la periodista Rosa María Palacios a partir de la frase "La verdad es mi letra". Pero en todas las ocasiones, no perdió oportunidad para señalar que estas artimañas no eran más que calumnias generadas por sus adversarios políticos para desestabilizar el régimen nacionalista.
Sin embargo, hace unos días, pasó lo que tenía que pasar: Nadine Heredia reconoció que las agendas, esas que por meses hizo hasta lo imposible por negar como suyas, le pertenecen. Las mentiras con las que ha estructurado su discurso de defensa en todo este tiempo le han impedido ahora dar una explicación -más allá de cierta o falsa- al menos comprensible. Sino, mejor ver este video:
Qué aprender de todos estos casos
Hemos dicho que los medios necesitan información veraz. Certera y precisa, sin duda. Su credibilidad está en juego, y con ella su existencia. Por ello, necesitan fuentes que brinden datos ciertos provenientes de una fuente confiable. Un portavoz que miente, pierde casi para siempre la confianza de los periodistas.
Según la Real Academia Española, una mentira es una manifestación opuesta no solo a lo que se sabe, sino incluso a lo que se piensa o se siente. Como vocero de una organización, evite siempre mentir en cualquier caso, ya sea con respecto a hechos concretos como a ideas respecto a determinados temas. Si no está seguro de alguna información, es mejor no inventarla a pedirle al periodista un tiempo prudente para analizarla y confirmarla o desmentirla.
Como especialista en un campo o aspecto, su posición será respetable siempre que sea cierta, ética y legal. La sinceridad ante todo, siempre. Porque la mentira tiene patas demasiados cortas y, tarde o temprano, lo que diga podrá ser usado en su contra. Para muestra, esta caricatura de Andrés Edery publicada en el diario El Comercio:


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